PADRE ELADIO MOZAS SANTAMERA
SÍNTESIS BIOGRÁFICA
Eladio Mozas Santamera nace y es bautizado el día 18 de febrero de 1837 en Miedes de Atienza pueblo situado al borde de la sierra de Pela y perteneciente a la provincia de Guadalajara y a la diócesis de Sigüenza. La liturgia recuerda el 18 de Febrero a San Eladio, arzobispo de Toledo.
Son sus padres: José Mozas Martínez, procedente de la provincia de Soria y bautizado en Orna (Guadalajara) el 16 Noviembre de 1796 y Mónica Santamera Serrano, nacida y bautizada en Sigüenza (Guadalajara) el 3 Mayo 1795. Contraen matrimonio el 12 Septiembre de 1833 en Aguilar de Anguita, pueblecito situado en el límite de Castilla y Aragón. En este pueblo era párroco Don José Santamera, hermano de Mónica.
Procedían ambos contrayentes de familias profundamente cristianas, figuran en la familia de Eladio más de 10 sacerdotes, y disfrutaban de una discreta posición económica.
El matrimonio residirá en este primer período en Alconchel de Ariza (Zaragoza) donde José, ejerce como cirujano. Cuando se desposó con Mónica era viudo. Estuvo casado con María Morón.
En Alconchel de Ariza, fue bautizado Victor, primer hijo del matrimonio, el 8 de Marzo de 1835. El niño falleció en Junio del mismo año.
La profesión de cirujano obligaba a José a constantes desplazamientos, aunque se dan estos en poblaciones cercanas. La nueva residencia del matrimonio será Miedes de Atienza. Nació aquí, como hemos dicho, el Siervo de Dios y tres meses más tarde, 18 Mayo 1837, falleció José, su padre.
Mónica viuda y su hijo, vivirán con el tío sacerdote Don José Santamera en Aguilar de Anguita hasta la muerte de éste. Mónica y Eladio regresan después a Sigüenza donde ésta contrae segundas nupcias con el también viudo Sebastián del Molino, el día 8 de Julio de 1845.
Estudiante en el Seminario.
A los 11 años comienza Eladio sus estudios en el seminario conciliar de San Bartolomé de Sigüenza como alumno externo, donde cursará: Segunda Enseñanza, Filosofía y seis años de Teología. Superados los primeros momentos de adaptación al ritmo de estudios del seminario, su rendimiento académico fue muy bueno.
En 1852, solicitó plaza de "maitinante", tenía sólo 15 años. La nota del examen fue "sobresaliente en leer y traducir latín". Con la concesión de esta plaza contraía el Siervo de Dios la obligación de asistir a coro en los días señalados y la de colaborar con los Canónigos en el rezo y canto del Oficio Divino.
El día en que cumplió 16 años, 18 de febrero de 1853, recibió la tonsura clerical, de manos del Sr. Obispo Joaquín Fernández Cortina. El mismo Señor Obispo por su buena aplicación en el estudio y por su buena conducta, le dispensó del pago de matrícula a partir del 3º año de Filosofía.
Tres años después de tonsurado recibió Eladio otra prueba de aprecio. El Gobernador Eclesiástico le nombró catedrático de primero de latinidad en consideración a su "buena vida, costumbres e instrucción" dice el expediente. En 1858 el Sr. Obispo de Sigüenza, Don Francisco de Paula Benavides y Navarrete, amplió este nombramiento a segundo de latín y humanidades.
El día 6 de Septiembre de 1857 falleció Doña Mónica. Eladio, que tenía entonces 20 años, quedó por voluntad de su madre, bajo la tutela del sacerdote Don Santiago Yañez Riaza, hermano de una cuñada de Mónica.
La enfermedad cancerosa de Doña Mónica fue especialmente larga y dolorosa. Eladio quiso cuidar personalmente a su madre. La dedicación que le prestó llamó la atención de familiares y vecinos.
Continúa en Madrid estudios de Teología
Los distintos decretos emanados por el Ministerio de Instrucción Pública, en estos años turbulentos de la historia española, hacían prácticamente imposible el reconocimiento de los estudios que no se hicieran en las Universidades del Estado. Las facultades de Teología en este momento estaban en: Madrid, Santiago, Sevilla y Zaragoza. Posiblemente la mayor cercanía entre Sigüenza y Madrid llevó al Siervo de Dios a optar por la universidad de la capital. Se matriculó en la Universidad Central de Madrid de 7º de Teología en 1860.
Incorporó los estudios realizados en el seminario conciliar de San Bartolomé de Sigüenza, al Instituto del Noviciado de Madrid, conocido con este nombre por haber sido anteriormente residencia de los novicios de la Compañía de Jesús, y completó las asignaturas que le faltaban para conseguir el título de Bachiller en Artes.
Superadas convalidaciones y pruebas se licenció en Teología en 1861 y en diciembre de 1862 aprobó los exámenes del Doctorado.
Clérigo de la diócesis de Plasencia
Plasencia será desde 1864 hasta 1897 el escenario, casi único en el que se moverá el Siervo de Dios.
Fundada por Alfonso VIII, ostenta esta ciudad el lema que, de manera singular, hizo suyo Don Eladio: "Para agradar a Dios y a los hombres". Contaba por aquellas décadas la ciudad, con poco más de 6.000 habitantes.
Don Santiago Yañez Riaza, tutor del Siervo de Dios que le había acompañado y guiado en sus estudios, era desde 1857 canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Plasencia. Es esta la razón por la que el Siervo de Dios se incardinó a esta diócesis y recibió en ella, a Título de Patrimonio, las Ordenes Menores y el Subdiaconado en mayo y el Diaconado en septiembre de 1864.
Desde su llegada a Plasencia vivió con su tutor, Don Santiago Yañez y su prima Simona Santamera en la calle Zapatería, 40.
El 1 de abril de 1865 recibió en Madrid en la capilla de las monjas del Stmo. Sacramento, el Sagrado Orden del Presbiterado con las correspondientes Dimisorias del Sr. Obispo de Plasencia. Se encontraba Eladio en Madrid porque en estas fechas habían sido convocadas las oposiciones a Cátedras Supernumerarias de Teología a las que el Siervo de Dios deseaba presentarse. Los ejercicios de estas oposiciones concluyeron el día 27 de abril. Eladio aprobó los ejercicios, pero quedó el segundo en una de las cuatro ternas y no obtuvo cátedra.
Incardinado ya a la diócesis de Plasencia y ordenado sacerdote se consagró plenamente a la tarea pastoral. Las misiones populares fueron su primera tarea apostólica. En años sucesivos junto con otros compañeros repetirá esta misma actividad pastoral.
Párroco de San Nicolás, de Plasencia.
En abril de 1866 el Sr. Obispo, Don Gregorio Mª López y Zaragoza le propuso, como Párroco ante la reina Isabel II para la parroquia de San Nicolás el Real de la que tomó posesión el 27 de Julio. Mientras se llevaban a cabo los trámites del nombramiento, el Sr. Obispo le confió el cuidado de los fieles de la parroquia de San Pedro.
La parroquia de San Nicolás con más de quinientos vecinos, era para la época, de amplias proporciones. Había en ella barrios acomodados, otros más sencillos y algunos de feligreses pobres, necesitados de toda clase de ayudas.
La actividad parroquial llenó quince años de la vida del Siervo de Dios. Es esta, una etapa rica en frutos apostólicos y en maduración interior. El trato cada vez más íntimo con Dios y el conocimiento directo y cercano de los hombres van preparando al Siervo de Dios para dar una respuesta prolongada en el tiempo a las necesidades de estos, con la creación de una nueva familia religiosa.
Se vivían en España momentos de confusión política, los partidismos y las diferencias ideológicas se marcaban con mayor intensidad en las pequeñas ciudades. D. Eladio, hombre de notable preparación científica, teológica y espiritual, pero sobre todo, de profunda experiencia religiosa, se dedicó a comunicar los dones recibidos, más allá de intrigas políticas, y a enriquecer con ellos a cuantos se acercaban a él. La dedicación a las urgencias pastorales y a las exigencias del evangelio ocupaban las horas de su día.
No limitó su labor pastoral a la sacramentalización, aunque llevó de ella control minucioso. Tampoco ciñó su acción a los límites geográficos de su parroquia, sino que alimentó con su predicación y horas de confesionario a las religiosas de los distintos conventos de la ciudad. Colaboró en la preparación de novenas, fiestas y manifestaciones de religiosidad popular. Creó y estimuló movimientos y asociaciones de seglares: Camareras del Stmo. Sacramento, Teresianas, Cofradía de la Stma. Trinidad. Contribuyó y animó campañas para aliviar necesidades locales y nacionales. Atendió a la catequesis de niños y jóvenes: Escuelas dominicales, Rebañito del Niño Jesús. Cuidó con mimo la promoción vocacional, de manera especial en esta época, las vocaciones al sacerdocio. Extremó su dedicación y atención a los más pobres en el espíritu, pecadores e impenitentes, y en el cuerpo, ciegos, mendigos, etc.
Estos quince años de actividad pastoral podrían resumirse en la frase que uno de sus biógrafos puso en boca de sus feligreses: "La vida de don Eladio era una constante predicación". O esta otra que nos habla de su dedicación y entrega constante: "Don Eladio no peca, no sólo por la gracia divina que le sostiene, sino porque no tiene tiempo material para pecar".
El Siervo de Dios en el seminario
Conjugó don Eladio la actividad pastoral en la parroquia, con la tarea docente en el seminario. Su sólida preparación académica en las ciencias teológicas movieron al Sr. Obispo a confiarle ya en 1866, las clases de Teología Fundamental. Entró de esta forma a participar en la vida académica del seminario y tomó parte en otras responsabilidades docentes y administrativas del mismo (examinador sinodal, consiliario de hacienda...)
La forma de ejercer la docencia y el talante bondadoso del Siervo de Dios, le merecieron el reconocimiento público de los seminaristas que editaron en la imprenta un poema en señal de cariño y gratitud por la labor educativa de Don Eladio y por su actitud cercana y comprensiva.
Al mismo tiempo que impartió las clases en el seminario cuidó y mantuvo al día su propia formación. Era consciente de que su servicio a la Iglesia tenía que ser un servicio cualificado. Se preocupó de actualizar sus estudios con las legalizaciones y convalidaciones exigidas por las cambiantes leyes académicas del momento.
El Siervo de Dios, director de espíritus
Su primera escuela como director fue el confesonario de la parroquia de San Nicolás de Plasencia. La dirección espiritual fue el complemento de su vida de apóstol. A él acudían gentes de todas clases, no faltaban sacerdotes y religiosas. Nos dicen sus biógrafos, recogiendo el sentir del pueblo, que tenía en Plasencia Don Eladio fama de sabio, prudente, celoso y clarividente director de espíritus.
Confirman esta opinión las 547 cartas de dirección que escribió a las Religiosas Agustinas Recoletas de Serradilla y otras dirigidas a personas seglares.
Serradilla, situada a 30 Km. de Plasencia, tenía entonces 2.000 habitantes. Centro de interés del pueblo es desde el siglo XVII el convento del Stmo. Cristo de Las Victorias, en el que residen dichas Religiosas. Don Eladio debió entrar en contacto con ellas a finales de 1870. A partir de este momento desarrolló en el convento una importante labor pastoral. Cuatro veces, al menos, dirigió los Ejercicios espirituales anuales de la comunidad. Nombrado Visitador por el Vicario Capitular, Don Liberato Fernández, nombramiento reiterado después por el Sr. Obispo Don Pedro Casas y Souto, hizo varias veces la visita canónica al convento. Presidió las elecciones de Priora. Recibió los votos de las profesas. Pero, sobre todo, dirigió directamente unas veces y por carta la mayoría, a la casi totalidad de las religiosas que vivieron en el convento de Serradilla desde 1871 hasta 1892. La última carta de dirección que se conserva, lleva fecha de 29 octubre de 1892.
Es ésta una correspondencia de dirección espiritual, tremendamente sobria. No encontramos en ella datos, noticias o detalles marginales ajenos a la estricta dirección. Por su estilo literario y altura espiritual pueden considerarse un documento único en la literatura española del siglo XIX.
Profundo conocedor de los maestros clásicos e impregnado de sabiduría bíblica, ayudó a sus dirigidas a ascender por los caminos del espíritu. Maestro experimentado y buen conocedor de los caminos de la ascesis y de la mística cristiana, guió a las religiosas con tacto, sin imposición, respetando escrupulosamente el ritmo de exigencia que el Espíritu iba marcando en cada una. Antes de dar contestación a las cartas oraba y convertía a veces en oración la misma respuesta. El mayor valor de esta correspondencia radica, en que, a través de ella se nos revela la personalidad espiritual del Siervo de Dios y su propia trayectoria espiritual y mística. Don Eladio al contestar a las Religiosas hace, sin pretenderlo, su propia biografía espiritual.
El Siervo de Dios Canónigo Penitenciario
La labor parroquial, había enriquecido humana y espiritualmente a Don Eladio. Su entrega a Dios y a los hermanos le había llevado a la conclusión experiencial de que el sacerdocio, se vive desde la entrega total de sí mismo. Con esta misma disponibilidad prestará a la iglesia diocesana otro cualificado servicio.
Con el fallecimiento de Fernando Gato Ruiz, quedó vacante la canonjía penitenciaria. El Siervo de Dios se presentó con otros cinco compañeros a las oposiciones convocadas por Su Exca. Rvdma. Dr. Don Pedro Casas y Souto, para cubrir dicha vacante.
Concluidas las pruebas el Cabildo falló a favor de Don Eladio por amplia mayoría, 13 votos sobre un total de 18. En esta votación el Sr. Obispo podía dar hasta 3 votos.
Respondió Don Eladio a esta elección con un breve discurso impregnado de humildad, y espíritu de servicio. Las ideas, más bien, los sentimientos en él expresados, salen de los esquemas tópicos y grandilocuentes que suelen utilizarse en estas circunstancias. Refleja el talante con el que el Siervo de Dios prestará este nuevo servicio a la iglesia diocesana.
El coro, el confesonario, la cátedra de Moral y las reuniones de cabildo serán los ejes por los que transcurrirá ahora el servicio pastoral del Siervo de Dios.
Las actas capitulares nos muestran a Don Eladio como miembro activo y comprometido en la vida organizativa y pastoral de la diócesis. Fue elegido muchas veces para representar al cabildo ante el Obispo y ante los organismos oficiales y civiles en momentos en los que el tino, la moderación y la eficacia tenían que conjugarse de forma sabia y equilibrada.
Eladio fundador.
En sus largos ratos de oración y en el contacto con las necesidades de los hombres, el Espíritu suscitó en Eladio inquietudes que exigían respuestas generosas y comprometidas. La vida cristiana de la segunda mitad del siglo XIX experimentaba una gran crisis. Descristianización, injusticia, olvido de Dios y desprecio del hombre fueron el revulsivo interior que impulsaron a Eladio a la búsqueda de soluciones desde el compromiso y la entrega a los hermanos. El mundo obrero, la familia y la escuela eran víctimas de la falta de conciencia religiosa y por lo mismo de la injusticia y la insolidaridad.
Un hecho histórico concreto confirmó a Don Eladio en la necesidad de dar forma a su pensamiento. El deseaba que la suma gloria de la Trinidad fuera el fin último del Instituto que quería fundar. En las Cortes Constituyentes, en la llamada sesión de las blasfemias, se había dicho precisamente que el misterio de la Stma. Trinidad era una monserga.
Las dudas, las dificultades, el miedo a tomar como voluntad de Dios el querer propio, se agolpaban en la mente de Eladio, pero se disiparon definitivamente en 1876. Para festejar los cincuenta años de episcopado de Pio IX Don Eladio viajó a Roma en una de las peregrinaciones españolas. Logró audiencia privada para exponer al Papa su deseo de fundar un Instituto y éste le animó a comenzar la obra que Dios le había inspirado.
Eladio quería regenerar la sociedad para gloria de la Trinidad mediante la vivencia de las actitudes de la familia de Nazaret en la familia, la escuela y el taller. Quiso llevar esto a cabo primeramente con varones, sacerdotes con Regla y Constituciones propias sin votos públicos y con amplitud para desempeñar toda clase de ministerios. Urgía en la iglesia y la sociedad del momento, un clero culto y santo que pudiera formar cristianamente al pueblo que se alejaba de Dios por ignorancia.
Esta idea fue seguida por varios sacerdotes, en vida de Don ELadio. Alguno llegó incluso a considerarse novicio de la nueva Fraternidad. Pero este proyecto no debió entusiasmar al Sr. Obispo de Plasencia que sin llegar a prohibirlo, no lo favoreció.
Seguro Don Eladio por la confirmación del Papa de que su deseo no era fruto de orgullo y ambición, pero lúcido y respetuoso con el escaso entusiasmo del Obispo, para llevar a cabo la fundación con sacerdotes, esperó activo la hora de la providencia.
Se hizo luz en la noche de Eladio a partir de 1877. Margarita Delgado, una joven piadosa e inteligente será la primera en empezar a vivir el nuevo carisma. Había ingresado en el convento de RR. Agustinas Recoletas de Serradilla, pero tuvo que salir siendo aun novicia porque una extraña enfermedad le impidió hacer la Profesión Religiosa.
Siendo niña se había confesado alguna vez con Don Eladio. La finura de su espíritu no pasó desapercibida para el experimentado director. Al conocer su salida expuso a la joven su idea y esta la acogió con docilidad y entusiasmo. Empezó a crear con esta joven y otras que se le unieron escuelas de catequesis y oración en las que se buscaba la gloria de la Trinidad mediante la imitación y difusión de las actitudes con las que vivieron en la tierra Jesús, María y José.
La gestación de la nueva institución fue larga y difícil. La presencia en el grupo de una señora mayor, y un tanto excéntrica, Ascensión Pacheco, retrasó el reconocimiento del primer grupo como una verdadera comunidad religiosa. Don Eladio había acogido a Ascensión fiado de sus buenas dotes naturales, de sus manifestaciones de piedad y de la madurez que debían darle sus años para que diera a las jóvenes seguridad y apoyo.
El día 18 de Febrero de 1886, el Sr. Obispo Don Pedro Casas y Souto aprobó la congregación con las constituciones escritas y presentadas por el Siervo de Dios. A los expertos a quienes encomendó el Sr. Obispo el estudio y conocimiento minucioso de la nueva Institución les pareció que debía aprobarse porque "... el objeto y fin de la referida asociación ha de contribuir muy provechosamente a moralizar e impedir la completa relajación de las clases artesana, trabajadora y proletaria".
Se preocupó Don Eladio y comprometió su tiempo, sus energías e incluso su dinero en la naciente congregación para proporcionar a las primeras jóvenes casa y medios de vida, pero sobre todo el espíritu Josefino Trinitario. Aunque no sobrevivió muchos años a la fundación pudo conocer dos nuevas comunidades: Hervás y Ceclavín, está última fuera de los límtes de la diócesis de Plasencia.
Caridad, generosidad del Siervo de Dios.
Angel de la caridad le llamó su familia en la enfermedad de su madre por la dedicación y cuidados que le prestó aun cuando la enfermedad adquirió aspectos externos poco agradables. Eladio la curaba y limpiaba las heridas.
A lo largo de la vida del Siervo de Dios son muchos los detalles de atención con los más necesitados que nos narran sus biógrafos. No podía mostrarse de otra forma ante los hombres, quien pasaba horas contemplando el Corazón bondadoso de Dios.
Eran muchos los pobres en aquellos años de poca abundancia para todos, Eladio supo ingeniarse para ayudar a los más necesitados.
El desván de su casa sirvió de refugio, para no molestar a su familia, a la pobre Anita de quien los chiquillos se burlaban.
Era el lazarillo de los ciegos Crispín y Manuel a quienes ayudó para que aprendieran algunas nociones de música y pudieran ganarse la vida. Costeó Don Eladio con sus escasos recursos el alimento, el vestido y la enseñanza de los dos ciegos. Manuel, nacido en Serradilla, había perdido la vista a los 9 años, aprendió a tocar la guitarra y la flauta, sus descendientes conservan aún ésta última.
Muchos días dedicó el Siervo de Dios el tiempo del descanso a enseñar el latín a Cayetano, el herrero que deseaba ser sacerdote. Logró éste doctorarse en Teología y marchó a las misiones mexicanas.
Proverbial era la labor intercesora de don Eladio ante el Obispo cuando este creía oportuno llamar la atención de alguno de los sacerdotes de la diócesis sobre el cumplimiento de sus deberes. En una de estas ocasiones tuvo incluso que prestar el Siervo de Dios su sotana a un sacerdote, el capellán del Villar de Plasencia, que vestía siempre de seglar y que había sido llamado por el Sr. Obispo.
Enfermedad y muerte del Siervo de Dios.
Los síntomas de la enfermedad última del Siervo de Dios aparecieron en enero de 1896. Fue agravándose en los meses siguientes. En febrero de 1897 presentó al Cabildo de la catedral certificado facultativo en el que solicitaba licencias para un período de convalecencia. Su salud ya no se repuso.
Aceptó serenamente la enfermedad y consciente de que su fin se aproximaba confió a uno de sus mejores amigos, el canónigo lectoral Don Juan Pérez Hernández, la dirección del naciente instituto.
Quiso reunir por última vez a las hermanas de las tres comunidades Plasencia, Hervás y Ceclavín para aconsejarlas y despedirlas. Durante su enfermedad había expresado el deseo e incluso la certeza de que el día 19, día de San José, lo pasaría en el cielo. Murió en su víspera, día 18 de Marzo de 1897 a los 60 años de edad.
Expuesto el cadáver en la sala de su casa, pasaron ante él multitud de fieles que tocaban estampas rosarios y otros objetos. El pueblo tenía la impresión de que había muerto un hombre de Dios.
Inmediatamente después de su muerte e incluso en su última enfermedad, quiens conocieron a Don Eladio dejaron entrever en sus expresiones y manifestaciones el convencimiento de que Don Eladio no era un simple fiel ni un sacerdote más. Este convencimiento de su santidad lo manifestó el pueblo de Plasencia de manera especial al llevarse a cabo en 1917 el trasala de sus restos mortales, del cementerio de Sta. Teresa a la capilla de la Casa Madre del Instituto.
El Proceso Diocesano del Siervo de Dios se clausuró en la Catedral de Plasencia el 26 Noviembre de 1994. El 3 de Febrero de 1995 en congreso Ordinario la Congregación para las Causas de los Santos, otorgo el rescripto de validez canónica a las actas del Proceso Diocesano.
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